El Mesias de Plástico

Hay un tipo de cabrón que nace con suerte y termina creyéndose elegido por los dioses del dinero. No porque sea inteligente, ni porque tenga visión, sino porque aprendió a exprimir al prójimo con una sonrisa y a llamarle “negocio” a la miseria ajena. Ese es el nuevo mesías del capitalismo tropical: el millonario que se cree salvador del pueblo. Anda por la vida como si fuera un prócer, tirando frases motivacionales y consejos de éxito desde su mansión. “Si yo pude, tu también”, dice, mientras le paga una miseria a la gente que le llena los bolsillos. 

Se toma selfies con obreros, sube videos de sus yates, y da sermones sobre esfuerzo y disciplina. Y la banda lo aplaude. Porque en este pais confundimos soberbia con liderazgo. El tipo se cree filósofo, gurú, influencer, mártir del sistema. Habla de libertad mientras vive rodeado de guardaespaldas; predica meritocracia mientras nació con dinero; presume que ama al pueblo, pero no lo aguantaría ni dos días sin aire acondicionado. Es un dios de cartón con internet y ego ilimitado. Y lo más triste no es él. Lo más triste es la gente que lo defiende, que lo idolatra, que jura que algún día será como él. Sueñan con su misma jaula dorada, con sus mismos juguetes caros, con la misma arrogancia maquillada de éxito. No entienden que no hay redención en el dinero, solo una forma mas elegante de estar vacío. El millonario que se creía mesías no quiere cambiar el mundo. 

Quiere que el mundo lo adore. Quiere que lo llamen “visionario” mientras firma despidos y evade impuestos. Quiere que lo recuerden como un héroe mientras se ríe de la gente desde su torre de cristal. Y lo logra, porque en este circo todos necesitamos un payaso al que aplaudir. Así que ahí lo tienes, el nuevo profeta del ego y las ganancias. No cura enfermos, no multiplica panes, pero sí multiplica intereses. No da esperanza, da crédito. Y cada tuit suyo es una hostia digital para sus fieles. Amén al billete. Amén al cinismo. Amén al mesías de plástico.