viernes, 26 de agosto de 2022

El Mar, el mar, el mar

Hace poco hice un análisis del porqué no me gustaba el mar. Cuando era niño ya había ido varias veces pero mi recuerdo no era muy ameno. En mi autoanálisis ya salió la razón de ese rechazo y es una mamada, fue la comida. 

Yo recuerdo que si disfrutaba correr en la playa de aquí para allá, brincaba, me chapoteaba, jugaba y me enterraba revolcado en la arena como perro. 

Pero el infierno era a la hora de comer.

 Siempre fuí bien pendejo para tragar y el que es pendejo para comer es pendejo para todo!! Jajaja Pinches frases de don Rogelio. 

Entonces en mi se generó una especie de trauma y lo evité. Luego más tarde ya cuando era joven me sabía pendejo para nadar y supe de la muerte de dos jóvenes que yo conocí. Le agarré algo de temor. 

Este año por fin pude regresar y mi experiencia con respecto al mar fue asombrosamente diferente. Importa un pito si sabes o no nadar porque para empezar no puedes. Fué relajante y satisfactorio. Recuerdo que mi mente estuvo todo el tiempo distraída, veía el mar y me imaginaba mundos más allá, por arriba, por debajo. Tuve mucha paz en mi corazón y de ahí nace que mi final sea ahí. 

Todo el tiempo mi mente cantaba rosas... 

Sentí mucho placer al caminar de nuevo en la arena y oler todos esas matices que hay ahí entre comida, cocos, tacos, panochas y pitos, agua salada y humo. Ahora con la ventaja que ya como esos manjares ya que me volví fan de la comida del mar, se me hace increíblemente deliciosa. Las cucarachas no son el equivalente a los camarones, en dado caso serían los chapulines y esos también saben deliciosos. Los mariscos me transportan al ayer, probablemente a una vida anterior en la que viví ahí, a un costado del mar. 


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